V i v o p o r q u e e x i s t e l a m ú s i c a, s e n c i l l a m e n t e.

So che capirete. Io vivo per la musica.

9.11.11

Fuegos de artificio.

(Lo que logran las horas al pedo en inglés. No sé si me gusta sólo a mi o qué, pero me soba, es mi blog.)

Él la veía cada tarde, con su camisa casi adrede desaliñada y su mochila colgada en ambos hombros, auriculares colgando de su cuello. Entre las 3 y cuarto y las 4 menos 5, cada jueves, ella tenía tiempo libre. El día anterior la había visto bajar mirando su reloj cada mínimos intervalos; probablemente había tenido apuro. Hoy no. En el 7mo escalón se paró y palpó su bolsillo. Encontró lo que buscaba con la mano: Constató que llevaba el atado de  10 y siguió bajando.
Él, relajado, sorbía café casi demasiado caliente mientras se dejaba no prestar atención a las correcciones que tenía enfrente. "Soudain", se paró de su silla. La siguió con la mirada hasta que dejó de poder verla en el pasillo de la entrada donde llegaba el sol. Por fin, abrió y cerró su encendedor, deleitándose con el sonido de "click-clack" y bajó con paso digno de uno de sus alumnos dirigiéndose a recibir la nota de un examen en el que está seguro de haber resuelto todo perfectamente.
No es que fuera la primera vez que se le ocurría remotamente ver que pasaba "¿Y si la sigo?", pero ese día, ese 30 de Abril en particular, día de... Nada que conociese, pero seguramente de algo interesante, la falta de nubes en el cielo y los agradables 15º de temperatura le dijeron que era el día. (Quedaba en él saber el día de qué.) Ese día ella se había semi-recogido el pelo.

Salió cual Hannibal victorioso a la calle y la vio fumando entre la sombra de un árbol y el cordón de la vereda. Su mano estaba por sacar un encendedor con el que incinerar el cigarrillo que ya tenía puesto en la boca.
       - Discúlpame... ¿Te puedo ofrecer fuego? - Preguntó, transmitiendo toda su emoción en una sonrisa entre graciosa y tierna.
Ella lo miró un segundo, con los ojos ojerosos y penetrantes que siempre llevaba, a falta de otros.


       - No.
Ni siquiera lo conocía, ¿quién era ese nene? Lo miró esperando alguna explicación, pero como esta no vino, simplemente siguió con su descanso, pitada tras pitada.

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